La música es un medio idóneo de expresión para las personas, no solo por sus características artísticas, también por la relación cognitiva que de manera nata vincula el sonido y el desarrollo humano (Hargreaves, 1998). El canto, la interpretación, la composición, la grafía musical y la audición son medios para la expresión musical propia y la comprensión de lo que los demás quieren expresar. Por ello, es necesario desarrollar las habilidades necesarias para manifestarse efectivamente a través de la música (Subirats, 2011). Además, estos procesos se relacionan de manera central con la experiencia musical, concebida como un eje articulador de escucha, creación, educación y práctica musical (Zapata, 2017).
La experiencia musical es un mecanismo subjetivo de apropiación y de expresión del lenguaje sonoro, mediante el cual todas las expresiones relacionadas en la actividad musical representan igual importancia y validez, al diversificar y enriquecer las formas de interacción artística (Zapata, 2011). Por ello, se configura como núcleo donde se conjugan diversas prácticas alrededor del hacer musical con enfoques diferenciados, por ejemplo, procesos de formación y aprendizaje musical o prácticas con fines terapéuticos como la musicoterapia. Es necesario comprender la experiencia musical desde una perspectiva amplia que abarque los procesos de educación y de terapia musical. La experiencia y la formación musical vinculan aspectos cognitivos del ser, desde donde es posible incidir en el comportamiento, las respuestas emocionales, la memoria, el lenguaje y las funciones cognitivas, entre otros (Jauset-Berrocal et al., 2017; Peñalba, 2017). Todo lo anterior sucede gracias a distintos procesos neuronales que, desarrollados desde la infancia, logran un mayor impacto en la persona (Benítez et al., 2017). Al reconocer estas potencialidades de la música y su experiencia, la musicoterapia toma lugar en prácticas de improvisación, escucha, recreación, recepción y composición, para orientar procesos terapéuticos (Bruscia, 1997). Por ello y teniendo en cuenta las múltiples aportaciones al ser, la experiencia y la educación musical se plantean como un derecho universal que sensibiliza y moviliza social, emocional y culturalmente al individuo, ya que le da la posibilidad de expresarse y de relacionarse a través de la música (Hemsy, 2011).
Diversas investigaciones de revisión han develado la incidencia de procesos musicales en el ámbito social, afectivo, cultural y económico de las personas (Gómez-Zapata et al., 2020; Hallam, 2015). Según Subirats (2011), es posible clasificar las investigaciones musicales en Iberoamérica en tres categorías: (1) psicológicas, que abordan el estudio del desarrollo de habilidades musicales y procesos emotivos, perceptivos, cognitivos, de aprendizaje y evaluación en relación con el hecho musical; (2) sociológicas, relacionadas con el consumo y los gustos musicales y con la influencia del contexto y de la cultura, teniendo en cuenta los entornos de desarrollo sociocultural; y (3) las vinculadas a la didáctica musical, que se refieren a los estudios que abordan los procesos de aprendizaje de los estudiantes. No obstante, el abordaje más reiterativo es el estudio del impacto musical en la dimensión personal y en el bienestar psicológico del individuo (Carrillo et al., 2017), es decir, las investigaciones de tipo psicológico.
La evidencia empírica ha relacionado positivamente la música, su aprendizaje y su práctica con el desarrollo de habilidades intra- e interpersonales en una doble línea. Es decir, se ha demostrado que la formación en música contribuye a desarrollar aspectos de la dimensión emocional de los sujetos. A su vez, estudios han evidenciado cómo la música y sus características de aprendizaje promueven el desarrollo social y emocional de los estudiantes, pues la autogestión, la autonomía, la autoconsciencia, la gestión positiva de relaciones, la consciencia social y la toma de decisiones responsables se presentan como puntos a desarrollar para el bienestar emocional y necesarios para la formación musical (Campayo-Muñoz & Cabedo-Mas, 2016; Campayo-Muñoz et al., 2020; Kupana, 2015; Varner, 2020).
En el escenario internacional se han adelantado revisiones que dan cuenta del impacto de la experiencia y de la educación musical en diversos ámbitos de la persona (Benítez et al.,2017; Carrillo et al., 2017; Hallam, 2015; Jauset-Berrocal et al., 2017), donde se ha demostrado que el ajuste psicológico y la dimensión emocional son las áreas de mayor incidencia (Peñalba, 2017). Sin embargo, en Colombia el panorama no se ha estudiado a profundidad. Se reconoce el artículo publicado por Casas (2001) como la primera publicación que aborda la temática. Sin embargo, es necesario destacar que, aunque hace aportes significativos a la comprensión del impacto de la formación musical en el individuo, el estudio se sitúa en una revisión de la literatura desde una perspectiva internacional. Por lo tanto, a la fecha, se desconoce el estado actual de las investigaciones adelantadas en Colombia.
Este estudio se propone realizar una revisión de las publicaciones relacionadas con el impacto generado por la experiencia musical en el ámbito emocional de niñas, niños y adolescentes, desde la perspectiva del escenario investigativo colombiano, para entender el amplio plano de posibilidades que aborda la experiencia musical, como los procesos formativos y las experiencias de musicoterapia.
Metodología
Desde una perspectiva cualitativa, este estudio se presenta como una revisión documental sobre los aportes de la experiencia musical al ámbito emocional en el escenario colombiano. La consolidación y el análisis documental son una investigación de las investigaciones (A. Jiménez, 2006), al asumir un enfoque de hermenéutica crítica para abordar un análisis sistemático y detallado de las publicaciones.
Diseño metodológico
La planeación y el desarrollo de este estudio se llevó a cabo en cuatro fases. Inicialmente, se realizó la búsqueda documental en las plataformas Scielo, Web of Science, Dialnet y Google Scholar. Así, se encontraron dos trabajos de grado; siete documentos que se relacionan con propuestas de maestría adscritas, principalmente, a la Universidad Nacional de Colombia; tres investigaciones doctorales desarrolladas en universidades europeas; y siete publicaciones como capítulos de libro y artículos de investigación. El rastreo de información se realizó al combinar palabras clave: educación musical y Colombia, experiencia musical y emociones, musical y emocional, musical y afectivo, musical y Colombia y musicoterapia y Colombia.
Luego, se diseñó una matriz ―resumen analítico de investigación― para la sistematización de la información, la cual permitió consolidar, ordenar y categorizar los datos de la búsqueda para su posterior análisis. A través de un proceso interpretativo sobre aspectos relacionados, se realizó una categorización que permite agrupar los resultados de acuerdo con el contexto en el que se desarrollan las iniciativas, pues es importante identificar las características de los escenarios de formación o intervención para aportar a la comprensión de los objetivos y realidades de cada estudio. Así mismo, se clasificaron las investigaciones según la incidencia en el ámbito emocional, bien sea intra- o interpersonal. En este sentido, las implicaciones en lo intrapersonal se toman desde (1) los aportes al autoconcepto y a la autoestima y (2) la gestión, el control y la regulación de emociones. En cuanto al ámbito interpersonal, se reconocen esencialmente los estudios donde se destacan aportaciones a las relaciones interpersonales y la empatía; y los que, a través del desarrollo de habilidades sociales, se enfocan en la reducción o prevención de comportamientos agresivos.
Resultados
Contexto de desarrollo de los estudios
La sistematización y el análisis de los documentos dan cuenta de un campo de estudio creciente con amplias perspectivas para investigar y con dos escenarios de intervención claramente definidos. Por un lado, se desarrollan investigaciones que develan el impacto personal, social y cultural de programas de formación musical que cuentan con estructuras logísticas y educativas independientes y con financiación estatal. Estos escenarios involucran educación musical integral que aborda la iniciación y el desarrollo instrumental, teórico y auditivo, donde se toma el aprendizaje musical como una acción transformadora de la sociedad y de la persona.
En este primer escenario, se desarrollan investigaciones en torno a reconocidos programas como Batuta, que se consolida como el escenario de formación musical más importante en Colombia, con un modelo de coros y orquestas sinfónicas infantiles y juveniles con cobertura nacional. Cuenta, además, con una línea dedicada al trabajo con niñas, niños y adolescentes víctimas del conflicto armado ―Música para la Reconciliación―. Se considera la educación musical como un derecho para todos, pues en cada ser existe una musicalidad que merece ser desarrollada. Batuta funciona en jornada extraescolar. Fomenta la práctica y el aprendizaje musical colectivo, centrado en población infantil y juvenil sin distinción de clase, religión, estrato o edad. A pesar de la amplia trayectoria de este programa en el escenario colombiano, son pocas las publicaciones que se encuentran sobre su impacto en los estudiantes (Gómez, 2011; Mayorga, 2017; Rincón, 2015; Rodríguez, 2019).
De otra parte, la Red de Escuelas de Música de Medellín[REMM] es un programa derivado de una política pública de la ciudad, con más de 23 años de trayectoria, que garantiza educación musical con enfoque social para niñas, niños y adolescentes (Gómez-Zapata et al., 2020). Por su parte, la Jornada Escolar 40 horas, 40 x 40, es una jornada complementaria que se desarrolla en las diferentes instituciones educativas públicas de la ciudad de Bogotá. Cuenta con un énfasis en educación musical y atiende a procesos de formación orquestal, coral e instrumental (Bermúdez et al., 2015).
Por otro lado, como segundo escenario de las investigaciones, se relacionan colegios, fundaciones y hogares comunitarios ubicados en la ciudad de Bogotá, de carácter principalmente público, donde se aborda la experiencia musical desde una perspectiva terapéutica o de apoyo social, más centrada en el poder de la expresión y en la práctica musical que en el sentido puramente estético (Bayona, 2019; Cabrera, 2019; Guevara, 2009; Hoyos, 2017; Lotero, 2019; Sastoque, 2016; Tomalá, 2017; Zapata, 2013; Zapata & Hargreaves, 2017).
Las publicaciones se remiten a estudios desarrollados principalmente en la zona metropolitana de Bogotá, donde el análisis del programa Batuta es el más estudiado y las aportaciones de intervenciones musicoterapéuticas son las investigaciones más recurrentes.
Incidencia en el ámbito emocional
Todas las investigaciones destacan aportes al mundo afectivo de los participantes, bien sea como un resultado de la formación musical o como el objetivo de intervenciones con fines terapéuticos a través de la música. Independientemente del tipo o enfoque de investigación y experiencia musical, se presenta una relación directa de repercusión entre el aspecto intrapersonal y el interpersonal.
Incidencia intrapersonal
Para entender esta categoría, es necesario aclarar que el ámbito intrapersonal involucra características psicológicas específicas de cada sujeto, relacionadas con la comprensión de sí mismo, con el autoconcepto, con la autorrealización y con la identidad (Buitrago, 2012; Buitrago et al., 2019) o, desde otra perspectiva, con habilidades referidas al reconocimiento y el manejo adecuado de las emociones propias (Campayo-Muñoz et al., 2020).
En este sentido, Gutiérrez e Ibañez (2018), desde una perspectiva descriptiva, abordan específicamente el impacto de la educación musical escolar y extraescolar en el coeficiente emocional de niños, niñas y adolescentes de la ciudad de Tunja. El estudio contrasta las aportaciones de escenarios de educación musical formal ―colegios― y espacios de educación no formal. Se encontró que formarse musicalmente en ambientes no formales incide en mayores niveles de desempeño intrapersonal y de adaptabilidad, lo cual se traduce en niveles más elevados de coeficiente emocional. Esto repercute positivamente en la estabilidad y el bienestar emocional de los estudiantes. El estudio entiende el ámbito intrapersonal desde un modelo que relaciona el concepto de sí, la autorrealización, la asertividad, el autoconcepto y la identidad, como un conglomerado medible.
Autoconcepto y autoestima. Diversos estudios analizaron de manera específica, a través de narrativas, observaciones y diarios de campo, la incidencia de programas de formación musical o intervención musicoterapéutica en el autoconcepto y la autoestima de los participantes. Rincón (2015), al indagar sobre los aportes de Batuta en el escenario bogotano, destaca que los estudiantes desarrollan capacidades y habilidades no cognitivas y sociales, como el descubrimiento y el reconocimiento de su ser. Así mismo, aporta al aspecto intrapersonal de los niños y jóvenes con el fortalecimiento de su autoconcepto, confianza e identidad individual, lo cual termina incidiendo positivamente en la personalidad y en la seguridad de sí. Estos procesos se dan, de acuerdo con el autor, por las potencialidades de la práctica musical a nivel individual y grupal; además, porque pertenecer a Batuta crea una identidad en torno al hecho musical desde donde es posible expresarse y reconocerse de una manera única.
Por su parte, Rodríguez (2019), al analizar los aportes del programa Música para la Reconciliación en la construcción y reconfiguración del tejido social, encontró que las narrativas de docentes, familiares y estudiantes dan cuenta de aportes significativos en el aspecto intrapersonal de niños y jóvenes. Destaca que pertenecer al programa mejora la confianza en sí mismo, el autoconcepto sobre habilidades y capacidades cognitivas y físicas, la autoaceptación y la autoestima, por un lado, gracias a los procesos musicales en sí ―el aprendizaje, práctica y desarrollo instrumental―, y por otro, a que el hacer musical genera la valoración y reconocimiento de otros, lo cual se relaciona positivamente con un mejor estatus social. Esto repercute en la imagen que tienen los estudiantes sobre sí mismos y sobre su hacer musical.
Bermúdez et al. (2015), en la evaluación realizada al programa Jornada Escolar 40 horas, 40 x 40, resaltan una incidencia positiva en el autoconcepto y en la autoestima de los estudiantes vinculados. Encontraron además una relación directa entre voz afinada y mejores niveles de autoconcepto.
De otro lado, D. Jiménez (2020), en el marco de la formación oficial, desarrolla un proyecto para ofrecer práctica instrumental con sentido social a estudiantes de sexto a once de bachillerato. El docente trabaja dos escenarios para la socialización de la formación musical: por un lado, un festival de la canción que promueve la creatividad y la integración escolar; y por otro, la agrupación Venecia Big Band fomenta la socialización a través de la música. Se demuestra que la iniciativa ha sido la oportunidad para fortalecer el autoconcepto, la autoestima y el planteamiento de un proyecto de vida, al brindar identidad y reconocimiento a los participantes de la agrupación.
Desde una perspectiva de investigación acción, Bayona (2019) desarrolló una intervención de musicoterapia y vinculó a niñas de 10 y 11 años pertenecientes a una entidad informal encargada de atender a población con vulnerabilidad y riesgo social. A través de ejercicios de improvisación vocal e instrumental, de canto colectivo, de creación individual y grupal y de estrategias de mindfulness, y gracias al desarrollo de experiencias musicales desde la práctica y la audición enfocadas en fortalecer el autoconocimiento, la autorregulación y la autoconfianza, se mejoró la autoestima de las participantes. Así mismo, Zapata (2013, 2017) al desarrollar talleres enfocados en el canto y en juegos musicales y de improvisación con niños de entre 6 y 8 años de entornos vulnerables ―pobreza, desplazamiento y violencia―, encontró que esta experiencia musical tuvo incidencia en la autoestima de los participantes, lo cual se vincula con su desarrollo socioafectivo. De igual manera, el estudio relacionó positivamente la creatividad y el desarrollo del lenguaje con la actividad musical propuesta, lo que, a su vez, incide en un mejor reconocimiento de los estados emocionales. Esto aporta a posteriores procesos de gestión, control, regulación propia, entre otros.
Gestión, control y regulación de emociones. Las investigaciones de este apartado corresponden a intervenciones con fines terapéuticos desarrolladas en escenarios formativos de la ciudad de Bogotá. El trabajo desarrollado por Cabrera (2019) vinculó a estudiantes de 14 a 17 años para potenciar sus habilidades sociales y emocionales. Se determinó que, a través de ejercicios de improvisación vocal, instrumental y de audición, se favoreció el reconocimiento emocional de los participantes, lo cual derivó positivamente en procesos de percepción, gestión y control de emociones. Igualmente, la intervención apoyó la expresión emocional, pues los estudiantes encontraron en la música el medio idóneo para manifestar y comunicar sus sentimientos. Todo lo anterior repercutió significativamente en la capacidad para establecer relaciones interpersonales.
Por su parte, Lotero (2019), al trabajar con estudiantes de grado tercero, demostró que, a través de la improvisación vocal, instrumental y corporal, de la interpretación, creación y edición de canciones y de procesos de audición intencionada, mejoraron sus habilidades sociales y emocionales. En este sentido, las actividades donde los participantes expresaron gustos y disgustos ―especialmente en composiciones e improvisaciones― favorecieron la conciencia emocional, mientras que el compartir instrumentos y la improvisación corporal se destacaron por aportar al control de emociones.Las intervenciones presentadas se caracterizan por su énfasis en el ámbito intrapersonal. No obstante, dos estudios centrados en potenciar habilidades sociales y de sana convivencia dan cuenta del desarrollo de habilidades como gestión, expresión y regulación emocional (Hoyos, 2017) y de la mejora de autoestima y autopercepción en los estudiantes (Sastoque, 2016). Es decir, los resultados positivos en el ámbito intrapersonal se entienden como repercusiones del énfasis en el trabajo interpersonal.
Incidencia interpersonal
Las investigaciones permiten evidenciar un contundente aporte al ámbito interpersonal de estudiantes no solo de los procesos formativos, también de las experiencias de intervención, pues la mejora de relaciones interpersonales, la reducción de la agresividad y la empatía son resultados comunes vinculados entre sí. Las publicaciones de Gutiérrez e Ibáñez (2018, 2020) destacan el área interpersonal como la de mayor repercusión, gracias a los procesos de formación musical, bien sea escolar o extraescolar, en niñas, niños y adolescentes de la ciudad de Tunja, pues se mostraron niveles más adecuados en los estudiantes que reciben formación musical extraescolar. No obstante, por las características del estudio, se desconocen las causas puntuales de estas relaciones, aunque se argumenta que la flexibilidad y la libertad de los espacios de aprendizaje musical no formal, así como aspectos familiares, pueden ser las fuentes.
Empatía y relaciones interpersonales. Las investigaciones presentadas se encargan de evidenciar los aportes no musicales de procesos formativos con enfoque social como Batuta y la Jornada escolar 40 horas. Se exceptúan las dos investigaciones finales de este apartado, que corresponden a intervenciones con fines terapéuticos.
En este contexto, Rodríguez (2019) y Mayorga (2017) destacan que el programa Música para la Reconciliación, desarrollado por Batuta, aporta a la reconstrucción del tejido social y emocional de niños, niñas y adolescentes víctimas del conflicto armado colombiano. Desde la práctica, la experiencia musical, el modelo de formación, la atención psicosocial a estudiantes y familias y el sentido de identidad con la institución, los participantes y su círculo cercano manifestaron el desarrollo de más habilidades para relacionarse con los demás, mejorar su capacidad empática, construir redes de apoyo y generar amistades, lo cual contribuye a la consolidación de una cultura de paz desde la comprensión de la música como un hecho complejo y dinámico que debe entenderse como praxis social.
Continuando con las aportaciones de Batuta, Rincón (2015), en Bogotá, destaca que participar en el programa de formación musical contribuye significativamente a la sana interacción, a la integración de las personas, a las relaciones entre estudiantes y profesores, a la participación ciudadana, a la empatía por los compañeros músicos de orquesta, a la identidad colectiva y al trabajo colaborativo. Así mismo, Gómez (2011), en Caldas, lo describe como un escenario donde los estudiantes enriquecen sus relaciones interpersonales y mejoran sus habilidades para el trato con los demás, lo cual incide en la formación de valores de ciudadanía. Los autores explican estas incidencias por el proceso mismo de formación musical, por los valores misionales de la institución, por la práctica musical como elemento cohesionador y por la influencia del programa en la identidad individual y colectiva.
También en Bogotá, Bermúdez et al. (2015) determinaron que los estudiantes participantes de la Jornada Escolar 40 horas presentan fortalezas en conductas prosociales y competencias sociales. Además, establecieron una relación directa entre voz cantada, afinada y conductas prosociales, lo cual implica que, a mayor destreza musical al cantar, se presentan más conductas prosociales. No obstante, los autores destacan que es necesario continuar indagando sobre el impacto del programa y de la educación musical en las personas para determinar aspectos más concretos del ámbito psicosocial.
Desde una perspectiva terapéutica, Lotero (2019) y Sastoque (2016) desarrollan intervenciones centradas en fortalecer la empatía y la asertividad de los estudiantes, al usar la improvisación vocal e instrumental, la expresión emocional, el ensamblaje, la edición y la creación de canciones como estrategias para el desarrollo de la comunicación, de la interacción, de la prosocialidad y de la expresión de ideas y de emociones.
Reducción de la agresividad y la violencia. Los programas de educación musical con fines sociales se han consolidado como escenarios que reúnen perspectivas diversas de vida y permiten configurar interacciones sanas y de alteridad. En este sentido, Gómez-Zapata et al. (2020) adelantaron la evaluación del programa de la REMM en los ámbitos afectivo, económico y social de los estudiantes y sus familias. Los resultados muestran que los implicados y su núcleo familiar presentan menor probabilidad de participar en hechos de violencia o conflictos agresivos, gracias a que el programa ofrece a los estudiantes una identidad positiva y un espacio para invertir el tiempo libre en la práctica musical. Además, lo anterior se considera consecuencia de la perspectiva institucional que promueve valores cívicos de cuidado y de respeto por los demás, empatía, tolerancia, trabajo en equipo e inclusión, es decir, habilidades para el desarrollo interpersonal, lo que también incide positivamente en el bienestar individual y familiar de los niños y jóvenes vinculados al programa.
Al usar estrategias de intervención propias de la musicoterapia ―como ejercicios de improvisación, canto grupal, sonodramatización, montaje musical, percusión corporal, expresión corporal y juegos musicales―, las investigaciones de Guevara (2009), Hoyos (2017) y Tomalá (2017) acuden a la experiencia musical para desarrollar habilidades que posibiliten una sana convivencia y garanticen espacios sin agresiones entre estudiantes de primaria. Los resultados arrojaron que, luego de la aplicación de los programas, disminuyó significativamente la violencia directa de los participantes hacia sus pares, la conflictividad y los comportamientos hostiles, lo cual se relaciona con el desarrollo de la empatía y de la asertividad. Así mismo, se destaca la apropiación de habilidades como mejor expresión y control de la respuesta emocional impulsiva. Es decir, también se desarrolló un carácter cognitivo de análisis y de regulación emocional. La investigación permite entender las intervenciones musicoterapéuticas como estrategias para la prevención de la violencia y del conflicto escolar, lo cual también se ha relacionado positivamente con un adecuado manejo emocional y niveles más altos de inteligencia emocional (Buitrago et al., 2019; Fernández, 2021; Pérez, 2018).
Conclusiones
Los resultados de esta revisión denotan, en primer lugar, la importancia de los escenarios de educación musical con fines sociales, como espacios que promueven la sana interacción entre pares y favorecen el desarrollo de los estudiantes desde una perspectiva integral. Es evidente el aporte al ámbito emocional de los estudiantes. Se destaca el fortalecimiento de la autoestima, del autoconcepto y de un cúmulo significativo de habilidades sociales que inciden positivamente en los aspectos intra- e interpersonales. Lo anterior se debe, posiblemente, no a la música en sí misma, sino a la trascendencia social y artística del hacer musical (Evans & Liu, 2019), foco de desarrollo de programas como Batuta, REMM y 40 x 40. Por ello, resulta fundamental entender la educación musical desde una perspectiva integradora como praxis esencialmente social y emocional (Cabedo-Mas & Díaz-Gómez, 2013; Hemsy, 2002; Regelski, 2020; Zapata & Hargreaves, 2017).
Igualmente, se destaca la importancia de la Maestría en Musicoterapia de la Universidad Nacional como el escenario de formación que más investigaciones aportó a este estudio. Los enfoques y estudios desarrollados presentan un claro interés por favorecer experiencias musicales para potencializar las capacidades y habilidades sociales y emocionales de los estudiantes, en aras de una mejor convivencia y bienestar. Se destaca la improvisación vocal e instrumental como la estrategia que más aporta al ámbito emocional, pues las características mismas de esta práctica musical representan un lugar de encuentro, de escucha, de respeto y de tolerancia, a la vez que permite expresar las emociones desde un lenguaje diferente y apoya la identidad, la autoconfianza y la autoestima.
En todas las publicaciones abordadas, se evidencia la relación entre experiencia musical y ámbito emocional de una manera integral, sin distinción de enfoque o de programa. Es decir, los resultados de las publicaciones centradas en detallar la incidencia en el aspecto interpersonal también destacan repercusiones positivas en elementos de lo intrapersonal, y viceversa. En consecuencia, se indica una correspondencia directa entre experiencia musical, bien sea desde programas formativos o intervenciones de musicoterapia, y desarrollo de habilidades y capacidades emocionales, lo cual se traduce en bienestar emocional para las personas.
Este estudio se consolida como un primer acercamiento al estado de la producción investigativa desde una perspectiva colombiana, sobre la relación entre experiencia musical y aspectos emocionales de niñas, niños y adolescentes. No obstante, es necesario indagar por investigaciones que abarquen otras poblaciones como adultos, personas mayores y los mismos docentes de música, para establecer las particularidades que puedan presentarse. Se destaca la necesidad de entender el papel fundamental que juega el maestro de música como agente regulador en la incidencia del hecho musical en la dimensión emocional, pues, desde la postura del profesor, de sus acciones, respuestas, orientaciones y comportamiento, puede hacerse más significativa la experiencia de aprendizaje (Casas, 2015; Pulido, 2019; Vasil et al., 2019).
En consecuencia, se invita a desarrollar estudios que analicen y resalten el trabajo del docente de música (Cárdenas et al., 2020).Este trabajo de revisión permite evidenciar la importancia que ha ido tomando en Colombia el estudio sobre el impacto de las experiencias musicales en aspectos emocionales. Así, aunque se denota un escenario de indagación cada vez más rico, es necesario continuar desarrollando trabajos que permitan entender y validar, desde una perspectiva territorial, los diversos escenarios de formación musical y la trascendencia de la música en el aspecto emocional de las personas.